Hoy forma parte de una estética singular del paisaje mazarronero pero, a finales del siglo XIX y principios del XX, el coto minero marcaba el devenir económico y social del municipio. La riqueza material que las entrañas de la tierra daban a la localidad contrastaba con la tragedia de enfrentarse día a día a una batalla por la supervivencia. Las enfermedades derivadas por la inhalación del gas carbónico y la carencia de avances en seguridad laboral resultaban una amenaza para la integridad de los mineros.
Este domingo, 19 de febrero, la Corporación Municipal, encabezada por el alcalde Gaspar Miras, se unió a los descendientes de los mineros para rendir homenaje a la memoria de todos los que perecieron laborando el mineral. El regidor, en recuerdo a su memoria, recitó el poema 'Ser minero' de Jorge del Nozal. Por su parte, el concejal de Cultura, Ginés Campillo, anunció que se está trabajando para erigir un monumento que contenga todos los nombres de los trabajadores que perdieron la vida en las minas.
Además de las autoridades, intervino el cronista de la villa, Mariano Guillén, quien recordó la triste efeméride por la que, desde hace algunos años, se viene celebrando este homenaje. El cronista se refirió al accidente del pozo María Elena de la mina 'La Impesada' o, como se conocería después, el 'Pozo de los Muertos'. Esta denominación se debe a que el 16 de febrero de 1893 murieron 28 mineros tras inhalar gas grisú a 400 metros de profundidad. El suceso está considerado como la mayor catástrofe minera de la Región de Murcia. De hecho, la prensa del momento se hizo eco relatando que por las calles de la localidad solo se veían carros portando ataúdes. Incluso la tragedia trascendió las fronteras, ya que entre las víctimas también se contó a ingenieros llegados de Centroeuropa
Por parte de las familias, estuvieron representadas por Francisco Fernández, que hizo de portavoz de ellas para defender la apuesta por la memoria colectiva del pasado minero y, especial, de la intrahistoria social de ese legado trágico que marcó a generaciones de mazarroneros. En esta línea también se expresó Tomasa Ruiz, hija de uno de los últimos mineros fallecidos por silicosis en el municipio.